Hace un año y nueve meses comenzamos un proyecto muy importante en la empresa: crear una herramienta de nutrición moderna, robusta y dotada de precisión científica que remplace el voluntarioso software actual.
Era imperativo que este nuevo programa fuese fácil de usar y que enganchase al usuario; son ya muchos años que los nutricionistas reclaman algo así, y cada vez más, los productores de alimentos tienen la necesidad de hacer cálculo nutricional profesional para las etiquetas de sus productos.
Cuando se inicia un proyecto informático de esta envergadura, el tiempo necesario para acometer los hitos nunca se ajusta a los planes, y sobre todo, a nuestros impacientes deseos. Lo que piensas que tardará tres meses en hacerse, se consigue en seis, lo que en una semana, en un mes y los días dejan de contar convertidos en calderilla del tiempo. El equipo de ingenieros -totalmente sumergido en la programación- se retroalimenta del código creado gracias a los planos y prototipos, perfeccionando la arquitectura, es decir, el producto evoluciona más allá, pero también se ralentiza su progreso. En ese momento surge la duda existencial: terminar lo antes posible o alcanzar la excelencia. Si además se tienen recursos limitados, elegir la segunda opción conlleva más de un peligro. Otro aspecto difícil es el deber de informar a los clientes los motivos de la demora del proyecto, convirtiéndose en un verdadero dolor de cabeza.
Finalmente tomamos el camino complicado, el más exigente y el de mayor riesgo desde el punto de vista personal y empresarial, pero también el que marca la diferencia entre las compañías que luchan por innovar y las que siguen la estela de estas.
Gracias por vuestra paciencia, próximamente tendréis por fin la nueva versión del software.
Podéis ver el siguiente video como adelanto.